LOS AÑOS DAN EXPERIENCIA: Las etapas de la Vida; infancia, pubertad, adolescencia, la persona adulta, (temprana, media y tardía), la vejez y la muerte

Nuestras Residencias de Mayores afrontan las etapas últimas de la Vida. Sabemos que nuestro trabajo consiste en favorecer el desarrollo de esa personalidad compleja compuesta por varios niveles interrelacionados: biomédico, psicológico (sentimientos y mente), sociocultural y éticoespiritual (valores y creencias).

Los años pasan y van dejando huella. Cada etapa cuenta con sus propias posibilidades pero en todas vibra el conjunto de la personalidad.

El niño, desvalido de información y con todo por hacer, va descubriendo el mundo. Ante el adolescente se abren nuevas posibilidades porque ya empieza a vérselas con la Vida. Ya de adulto, hay datos objetivos para explorar y valorar su trayectoria, para, en los tramos finales, hacer un balance existencial; ese debe/haber en términos de contabilidad y que resurge en el recuerdo, pudiéndolo valorar fríamente. ¡Cuántas cosas no han salido adelante por imprevisión o falta de tiempo!.

 

La Vida, esa gran maestra, nos va enseñando cosas nuevas al ritmo de los acontecimientos. Esta experiencia de vida, fruto de sucesivas vivencias, nos permite “darnos cuenta”. Observamos las habilidades obtenidas y los errores propios de ese aprendizaje progresivo en el que se nos va la vida. ¿Cómo extraer coherencia y lucidez?.

Podemos describir a grandes rasgos estas etapas. Es como abrir el Libro de Memoria propio y familiar (pues en estas edades casi todos los Mayores tienen hijos, nietos…conocidos que transitan cronológicamente sabiendo que “el tiempo no vuelve atrás”. Ellos ya lo saben, ¿y nosotros?.

 

La infancia, el momento mas feliz

¡Cuánto gozan los padres y abuelos viendo el despertar psicológico del niño y la aparición de la inteligencia!.  El desarrollo físico sigue unos pasos concretos: sostener la cabeza, sentarse…hasta ponerse de pié…el niño explora el mundo con la boca…¿os habéis fijado cuándo puede coger las cosas con las manos sin que se le caigan?.

El inicio del lenguaje es por muecas, gestos y sonrisas (respuestas a besos, caricias y palabras). Cuando aparecen las palabras, el niño repite lo que oye. Al año y medio maneja unas veinte.

Nombrando las cosas, “se apodera de ellas” y va abriendo pasillos de comunicación. Los padres son un excelente vehículo de amor y conocimiento.

Hacia el año y medio, las primeras conductas intencionales le permiten descubrir lo que hay dentro y lo que hay fuera, mas tarde; medios y fines, causas y efectos.

El niño es un animal esencialmente necesitado, su madre lo es todo para él. Esa relación es misteriosa y entrañable. Así empieza a formarse su personalidad. La risa, el llanto y la aparición de otro niño (en casa o guardería) estimulan su desarrollo afectivo. Aparece el enfado, los celos y descubre el juego.

La educación de los padres en estos años debe llevar el sello del amor y la paz (en las Residencias se pueden favorecer estos recuerdos para actualizar estos sentimientos) mientras que en la adolescencia, por ejemplo, educar es entusiasmar con los valores dando argumentos positivos con una conducta ejemplar combinada con reglas de vida estables. En el niño, la buena nutrición, el evitar caprichos, comer solo y regular el sueño, evitando manipulaciones, permite sembrar buenos hábitos para el futuro.

La falta de conexiones nerviosas no le permite recordar muchas experiencias de los primeros años; a cambio, la madre consolida el amor maternal y crece en ternura.

Los psicopedagogos describen la sucesión de etapas en el desarrollo intelectual: sensitiva-motora (ver, oir, oler, tocar…), preoperativa (las cosas se representan solo por palabras e imágenes) y operativa (5-6 años) donde se piensa con cierta lógica ante las cosas concretas y se introduce la aritmética y las matemáticas.

Las emociones y pensamientos van agrupándose y se inicia el egocentrismo donde los cuentos tienen un valor fundamental para educarle y estimular su imaginación. Son vivencias que quedan grabadas a fuego y que luego se recordarán como los tiempos mas dulces.

La vida escolar prepara para la amistad, diferencia de sexos y los padres deben saber educarle en la voluntad.

A los siete años ya se va perfilando la personalidad  (temperamento y carácter). De los ocho a los once años, hay un gran salto, sobretodo en las niñas. Se van interiorizando esquemas psicológicos a través de la lectura, influencia de los padres, profesores y amigos. La televisión sin control tiene un fuerte efecto negativo.

Los padres educan mas por lo que hacen que por lo que dicen. Esta identidad que se va formando, va siendo cada vez mas visible hasta continuar en la segunda etapa: la pubertad.

La pubertad (En los chicos, de 10  a 14 años y en las chicas, de los 12 a los 16)

En los chicos, de 10  a 14 años y en las chicas, de los 12 a los 16. Se produce una maduración biológica que ya le permite engendrar. Esta “edad del pavo” se caracteriza por una gran hipersensibilidad psicológica (grandes cambios de ánimo, rebeldía, crisis de llanto, sentimientos de incomprensión que exige de los padres, tacto y paciencia. Es como si tuviesen prisa en crecer.

La Vida se experimenta de forma exagerada pues la afectividad está sin pulir y se produce el despertar de la amistad.

La sorpresa de saber que alguien se puede fijar en uno, es importante y provoca excesivas expectativas, siendo poco resistentes a la frustración.

La sexualidad adquiere gran importancia. En las niñas se desarrolla el pecho, aparece el vello púbico y axilar y se produce la monarquía (primera menstruación). Aparece la atracción y el enamoramiento idealizado. En los niños, el pudor es mayor. Los chicos suelen buscar la información sexual fuera de casa, lo que a la larga, causa mucho daño. Por este motivo, los padres deben adelantarse y explicar las cosas como son pero mas allá de la biología. Son vivencias irrepetibles que marcan la travesía biográfica y no se olvidan con el paso de los años.

El deporte favorece el desarrollo interpersonal y el conociendo de nuevos chavales para entresacar a los verdaderos amigos. Se van copiando conductas de donde se va consolidando la estructura de la personalidad.

En las familias con un hijo único, se pierde el concepto de hermandad y con el, la posibilidad de descubrir el valor de un trato tan cercano y de aprender a compartir.

Los padres, en esta etapa de rebeldía, deben supervisar con sigilo y tacto para evitar que ellos se sientan manipulados o privados de libertades.

El colegio es parte esencial y con frecuencia se hace mas importante que la propia familia, aunque la verdadera educación, el aprender a vivir, debe realizarse en casa.

 

La adolescencia o edad de las carencias (desde los 16/17 años hasta convertirse en adultos)

En esta etapa, uno cree que lo sabe todo. Suele captar el joven lo que es la Vida, pero desconoce los métodos para aprehenderla. En el plano físico, crece bastante y la monarquía y la eyaculación, se asientan. En el plano psicológico, la inteligencia permite plantearse cuestiones filosóficas acerca de la Vida y se hace crítico, lo que favorece enfrentamientos con los padres, silencios, enfados y encierros en sí mismo. Se pueden hacer idealistas.

En la afectividad, las pasiones, las emociones y los sentimientos están en plena efervescencia con grandes oscilaciones y lloros en soledad para no ser vistos ni interrogados.

Descubre su propia intimidad (sabe ya regresar a sí mismo para revivir lo experimentado). Es muy importante este ensimismamiento que lleva a la “experiencia de vida” o saber acumulado, silencioso que suele ser una forma superior de conocimiento.

Descubren también su afán de independencia a través de la soledad y del grupo de amigos con el fin de autoafirmarse.

Para desarrollar su espíritu crítico, es básico que el adolescente pueda contar con modelos de identidad coherentes y atractivos (el conflicto intergeneracional debe transcurrir con tolerancia, amistad y diálogo).

También es vital saber “que no se puede pretender que un hijo practique lo que sus padres no practican”. Los adolescentes imitan conductas y es en la familia donde se debe distinguir lo bueno de lo malo, no aceptando normas sociales que vayan en contra de la naturaleza humana.

El adolescente vive con cierto vértigo, como si tuviese prisa en llegar a no se sabe donde, viviendo con cierto dramatismo los desengaños, las frustraciones y los malos entendidos.

Un campo muy importante en la Adolescencia es el desarrollo de la voluntad o capacidad para hacer algo valioso que cuesta, sin resultado inmediato (aplazar la recompensa, haciendo lo que se debe y pensando las cosas antes de actuar). Los estudios y la constancia son el soporte principal de su maduración.

La sexualidad es importante en el desarrollo pues el cuerpo es nuestro vehículo de aparición en el mundo, siendo fuente de bienestar o malestar. Muchas veces el cuerpo nos posee y convertirse en persona es tarea lenta. Para el adolescente, la curiosidad por la sexualidad va creciendo. El espejo y las revistas le permiten reconocer su cuerpo y el de los demás y el sexo es fuente de placer y amenaza pues en esta etapa, manda la biología. La masturbación suele ser un paso transitorio.

No debemos permitir que se le enseñe la canalización de la sexualidad pues sexualidad y amor por la pareja en el matrimonio deben ir de la mano. El pudor mantiene el respeto por la persona y su misterio.

Nuestra cultura usa a las personas como si fuesen cosas (sexo de usar y tirar) e ignora la parte espiritual de la persona a través de la masiva difusión de imágenes de desnudos, sexo y pornografía. Se ha hecho una civilización de objetos, perdiendo valores interpersonales e influyendo negativamente en esta etapa donde cada vez hay mas embarazos y enfermedades de transmisión sexual.

 

La persona adulta (es el intento de convertirse en persona a través de un proceso lento físico, psicológico, sociocultural y espiritual para llegar a ser un ser mas libre e independiente)

 

 

 

Edad adulta temprana (20 a 45 años)

Hoy mucha gente se encuentra perdida en lo fundamental por la influencia perniciosa de muchos medios de comunicación, pero el tiempo es el gran arquitecto de la Vida (hoy pueden convivir 5 ó 6 generaciones).

Este periodo es el mejor momento biológico, pero un momento también de dejar vivir de espaldas a la muerte. En esta edad adulta temprana o juventud, la memoria reciente así como la inteligencia teórica, práctica, analítica y sintética, están en su cenit. Es el momento de los primeros resultados de la formación profesional. Al primer empleo, sucede la travesía laboral donde el esfuerzo y el irse abriendo camino, van de la mano. Sentirse productivo, ganarse la vida económicamente y realizar correctamente la profesión, produce honda satisfacción.

 

Edad adulta media (de los 40 a los 65 años)

Se juntan años florecientes con el principio del declinar. El vigor que se tiene, la educación asentada, independencia económica y afirmación de sí a través de una personalidad bien estructurada, junto con el alto grado de responsabilidad (en la familia y en el trabajo), vertebran esta época.

A estas alturas, ya se ven los resultados del tipo de vida que llevamos. Si la familia o el trabajo se truncan, queda huella profunda en la personalidad. Debemos mirarnos con mirada suave y crítica moderada. Al trabajo y a la familia se unen los amigos, las aficciones…

En las mujeres, le menopausia (entre los 40 y los 53 años) produce alteraciones corporales (reducción del flujo vaginal) y psíquica (tristeza, ansiedad, hipersensibilidad) al darse cuenta de que se acaba su juventud con lo que esta conlleva.

En el varón, la andropausia conlleva disminución de fertilidad, orgasmo y potencia sexual. En el mundo actual, el deseo de ser joven, permite con sus modas, un gran comercio de estética (culto a la propia imagen).

La persona equilibrada, acepta de buen grado que los años pasan y que cada época tiene alicientes, retos, goces, dificultades y servidumbres. Hay que tener buena concordancia entre la edad cronológica y mental.

La mirada debe seguir puesta en el porvenir y el esfuerzo, el aprendizaje y la expresión de los sentimientos hacen un juicio mas fino y preciso.

Se estabiliza el estado de ánimo, el criterio se hace mas firme y la utopía se vuelve mas auténtica puesto que el proyecto de vida queda sujeto a la propia andadura.

En esta época, se deben abandonar los estereotipos y ser uno mismo, la naturalidad y la espontaneidad, evitando el miedo a la desaprobación de los demás. Encontrarse a sí mismo, lleva a la sencillez, a la valoración objetiva y ecuánime para asimilar los traumas.

El mayor equilibrio afectivo se observa hacia los 50 años al poder hacerse uno “espectador de sus propias actuaciones”. La sabiduría y experiencia y gobierno de uno mismo, permite el matrimonio estable en una sociedad tan erotizada y relativista como la nuestra debido a la pérdida del sentimiento religioso y llegando a producirse una “verdadera socialización de la inmadurez afectiva” con emociones centradas en la ocasión, el azar o la aventura juvenil.

El adulto que ha alcanzado una buena madurez, es responsable, sabe ejercer la autoridad, presenta una conducta guiada por la coherencia y tiene conciencia de que el ejemplo es lo que mas arrastra. Enseña a niños y adolescentes lo que es la Vida y ofrece respuestas a sus preguntas. Abre la mente y el corazón de sus hijos y les explica el mundo mas allá del hogar con los peligros y los caminos por donde transitar.

La identidad se va definiendo, evaluando la Vida, viendo logros y frustraciones mientras que la inteligencia (que crece hasta los 14 años y su punto mas alto se encuentra desde los 20 a los 30 años, puede seguir  aumentando en capacidad de síntesis si se la trabaja. Las habilidades sociales se extienden hasta avanzada edad y el rendimiento profesional se estabiliza en esta “madurez media” de mayor productividad.

 

Edad adulta tardía (65 años a…..)

Si la jubilación es precoz y sin preparación previa, puede aparecer una depresión reactiva (porque la Vida se vacía sin apenas metas y la soledad pesa mucho pues el aislamiento excesivo es negativo). Entre los principales argumentos de la Vida está el amor y por este motivo, hijos y nietos han de cumplir su papel fundamental de ayuda. Otras actividades, engarzadas con inteligencia, han de cubrir el hueco dejado por el trabajo. Sigue siendo imprescindible vitalizar el deseo de aprender.

 

La vejez o tercera edad (el envejecimiento es el deterioro de la fisiología corporal)

Aprender a envejecer es una maestría, un oficio que requiere habilidades. Aquí se cosecha lo que se ha sembrado con la salvedad de los avatares nobles que pueden marcar estos tramos finales.

Las afecciones físicas pueden ser crónicas o agudas; las primeras son padecimientos sin solución (reumatismos, problemas cardiacos…) y las agudas como por ejemplo una rotura de cadera…a veces, llegan a ser un pasaporte para la muerte. Un setenta y cinco por ciento muere de cáncer o por enfermedad cardiaca.

La actividad mantenida a lo largo del tiempo es preventiva así como mantener viva la curiosidad intelectual y la preocupación moral. Solo personalidades bien estructuradas aceptan la vejez, sobretodo si su pasado fue positivo y el entorno sociofamiliar, grato.

 

La muerte como el último encuentro (hoy se habla muy poco de ella)

Con frecuencia, la muerte se convierte en un acto social despojado de su auténtico sentido, pero no olvidemos que mucha filosofía parte del choque emocional y mental que produce la muerte. Cuando se mira, sobretodo, “hacia atrás”, la muerte comienza “a dar la cara de forma real”.

Para el creyente, la muerte es “el principio de la otra Vida”…

La muerte parece ser el final de todos los planes trazados con intereses puramente terrenos. En estos momentos, la mente se torna especialmente lúcida y las cosas se ven de otra manera.

La conciencia de la muerte nos lleva a realizar un balance existencial, un examen personal que suele resultar deficitario.

Como no podemos escapar de la muerte, todos los mecanismos de defensa resultan inútiles. Nos acecha la vieja pregunta: ¿qué será de mí?.

Se muere en la soledad mas absoluta aunque se esté en compañía. Este momento es solemne y sobrecogedor.

Los niños casi no la entienden, en la pubertad y la adolescencia se comprende “el final de la Vida”. Solo en la etapa de madurez se empieza a percibir su presencia. Ante la muerte, solemos negarla, luego negociarla, después viene la ira, luego la depresión y finalmente se acepta.

Cuando presentimos que “nuestra representación acaba” y que el telón se baja, surgen las preguntas sobre el Mas Allá. Desde la fe, se la comprende serena y pacíficamente porque el Juicio personal lleva una nota de Misericordia y de Perdón (siempre que haya habido honestidad y coherencia a pesar de las limitaciones y los fallos).

La muerte de los seres queridos, nos sume en la tristeza, pero con el paso del tiempo, los recuerdos se centran en lo mejor, quedando lo mas positivo salvo que se trate de personas patológicas que hayan hecho sufrir y dejan ahora “en libertad” a sus víctimas.

 

La persona mayor lleva dentro de sí los contenidos absorbidos en cada etapa, pero aunque estas forman un conjunto de variables comunes que hemos visto, la individualidad de cada uno le permite continuar con respuesta espontáneas. Porque en realidad, todos sabemos las enormes diferencias entre mayores según haya sido el lugar donde vivió, el tipo de trabajo, el modelo familiar incluyendo nº de hijos; situación económica, nivel cultural, estado físico…y al final la pregunta siempre abierta: ¿Cuál es el nivel de exigencia personal que cada uno se impone?

Esta fuerza de voluntad, así como la rectitud intelectual y el acerbo moral, siguen haciendo destino.

 

 

 

 

 

 

 

 

Datos extraídos consultando libros de D. Enrique Rojas, psiquiatra

BIBLIOGRAFÍA: REMEDIOS AL DESAMOR, Edición TEMAS DE HOY, Vivir mejor y otros del mismo autor.

 

Próximo capítulo:

 

De estos contenidos se pueden extraer diálogos que aplicados a las personas mayores, estimulan el recuerdo y favorecen la interrelación y la empatía.

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